Nuestra felicidad depende de nosotros mismos. Nuestro estado de ánimo está estrechamente ligado a las ideas y sentimientos profundos que prevalecen en nuestro espíritu y en nuestra alma. Cambiar nuestras vidas no ocurre hasta que cambiemos nuestro modo de visión a nosotros mismos y a todo lo que nos rodea.

Un espíritu vivo transforma la penuria en bondad, y un solo hombre, en toda una nación. Este estado es el que perfila y determina el porvenir y el curso de la vida de cada cual. El alma, pese a los sentimientos y pensamientos que la agitan, constituye el elemento motriz que orienta el comportamiento. Una persona dotada de una firme confianza en sí misma avanza en sus proyectos sin dejarse perturbar por obstáculos o circunstancias desfavorables. Es más, esos obstáculos pueden constituir un aliciente y suscitar entusiasmo y determinación en la persona. A veces, un complejo de inferioridad puede resultar útil y provechoso cuando incita al individuo a superarse y aspirar a la gloria.

Imaginemos que una persona se eleva en el cielo o crece de repente en altura como percibirá el tamaño de los objetos que la rodean, puesto que su campo de visión se vuelve más amplio. Idéntico es el caso de la persona que evoluciona desde la perspectiva moral y cultural: sus ideas y sus emociones cambian de modo sustancial, igual que sus juicios sobre los demás y las cosas. Así, si quisiéramos, podríamos convertirnos en modelos ejemplares en nuestras familias y nuestra sociedad. Para ello, hemos de renovar nuestras ideas y nuestras emociones, como un terreno árido que se transforma a un huerto gracias a la disponibilidad de agua y fertilizantes. Podemos, pues, cambiarnos como personas del mismo modo que esta zona árida se transforma en todo un paraíso.

Cambiar nuestras circunstancias necesita cambiar previamente nuestras almas. De hecho, Allah nos muestra el estrecho vínculo existente entre la pureza del alma y la riqueza, entre la belleza de los modales y la belleza de la vida, haciendo hincapié en que su bendición absoluta rodea a los creyentes, les envuelve de quietud, así como a los devotos, virtuosos y rectos, prodigándoles gracia y benevolencia: «Si los habitantes de las ciudades hubieran creído y temido a Allah, habríamos derramado sobre ellos bendiciones del cielo y de la tierra, pero desmintieron y nos apoderamos de ellos por lo que habían cometido»  (Corán 6.96)

La fuente de la felicidad es el interior del ser humano así que está en nuestras manos escoger ser felices o desdichados. El estado de felicidad puede alcanzarse tras un gran esfuerzo, mucha dedicación y una verdadera sinceridad. Cuando se alcanza dicha felicidad, nada ni nadie nos la puede arrebatar. Es la razón por la cual un sabio de nuestros “Salaf” dice: ‘Si los reyes se percataran del éxtasis que vivimos, nos lo intentarían arrebatar con la espada!’ 

                                                                                  Renueva tu vida – Muhammad Al Ghazali