La espiritualidad en el Islam

El Islam es la «vía media» entre las concepciones religiosas excesivamente legalistas y las excesivamente místicas. Es el equilibrio. El objetivo de las creencias y las leyes islámicas es la construcción seres humanos que van progresando interiormente hasta alcanzar la perfección espiritual.

Dicho de otra manera, el objetivo del Islam es construir hombres y mujeres. Para alcanzar estos objetivos, se debe ir paso a paso, desde el estado espiritual más bajo hasta la plenitud. Los medios son el imán (la fe), que se deriva de las creencias islámicas y la ibadah (adoración de Allah), que se deriva de las leyes prácticas islámicas, hasta alcanzar un punto que el imán deviene yaqín y maarifa (certeza y conocimiento de Allah) y la presencia constante de Allah en el corazón.

Este camino es la integración coherente del instinto humano, el intelecto y los factores espirituales en un conjunto armónico. Es un camino que exige sacrificio, voluntad y constancia, y que se llama «purificación del alma» (tazkiyya an-nafs). Allah dice en Su Glorioso Libro:

¡Por el alma y quien la perfeccionó! y le inspiró su inmoralidad y su piedad! Tendrá éxito quien la purifique y fracasará quien la pervierta»

(Surah ash-Shams, 17-19)

Lo que Allah quiere decirnos es que el ser humano, cuya mente supervisa su alma, debería alimentar su alma, purificarla y reforzar el elemento de bien que hay en ella. Allah nos dio la capacidad de alimentar y desarrollar este alma mediante el intelecto que por Su gracia nos concedió. El intelecto que esté dominado por los instintos y los deseos pierde su significado y su capacidad de desarrollarse. Pero si estos instintos y deseos son equilibrados, sí están controlados por el intelecto.

Allah nos ha dado estos deseos como una parte fundamental de nuestras vidas: comer, beber, y el sexo conducen al hombre a continuar existiendo. Lo mismo pasa con instinto de posesión y todos los demás deseos e instintos. Allah los ha integrado en nuestra alma y tienen un papel de primer orden en nuestra existencia.

Allah no quiere que nos convirtamos en monjes. Quiere que satisfagamos nuestros deseos en la medida de nuestras necesidades pero sobrepasarlas y ser pródigo, causará nuestro fracaso. No satisfacerlas también es un mal camino, porque nos llevaría a un estado de carencia que nos distraerá de la ibadah (adoración a Allah).

La misión del Profeta Muhammad (s) tiene como objetivo asegurar el desarrollo y la plenitud de los musulmanes mediante el Mensaje que nos transmitió. Nuestra responsabilidad como musulmanes es aplicar este mensaje y no caer en bajo la hegemonía del entorno social y adoptar sus conceptos y juicios morales, sin diferenciar si el entorno es bueno o malo.

Quien domina su alma y persevera en el buen camino es el dueño de sí mismo pero quien se deja dominar por las pasiones, fracasará. Si educamos nuestra alma y pasamos cierto tiempo cada día preguntándole «¿qué quieres?» «¿qué quiere Allah de tí?», e intentamos convencer a nuestras almas de lo que Allah quiere aunque contradiga a nuestros deseos e instintos, estaremos dotando de conciencia a nuestra alma.

La conciencia se establece como resultado de la educación, imán y el sentimiento de que Allah nos está mirando y somos responsables ante Él. Cuando educamos a nuestra alma y la hacemos desarrollarse, esta cambia y pasa a ser un alma que vigila cada cosa que hacemos. Es el alma que reprocha y acusa a su dueño, llamándolo a perseverar si hace bien, y reprochándole y señalándole como responsable si actúa mal. Necesitamos llegar hasta esta alma vigilante. Estas dos almas – el alma educada y el alma vigilante – nos conducen al estado supremo, el alma pacificada.